jueves, 25 de diciembre de 2014

Ave Acústica


Por Fernando Pinzas (Diario La Primera)

En 1974 aparece el grupo Ave Acústica, uno de los proyectos musicales más vanguardistas salidos hasta el momento, donde se mezclaba el rock sicodélico y el folclore andino. El proyecto fue encabezado por Miguel Flores, quien era el baterista de la banda de rock pesado Pax, hasta que un accidente lo dejó sin poder caminar durante ocho meses. En ese lapso se dedica a la lectura y a aprender a tocar guitarra, dejando fluir su influencia andina. 

“Supongo que así como uno habla con un acento cuando proviene de un lugar, pasa lo mismo con la música. Las influencias te dejan un dejo musical y mi dejo era que me gustaba tocar todo como si fuera huaynito. Ponía los acordes de rock, las ‘power chord’, y las rascaba como si fuera huayno. Me encantaba el resultado”, rememora Miguel. 

Al mismo tiempo, Miguel Flores empezó a interesarse en músicos vanguardistas como John Cage y Karlheinz Stockhausen. Algunas presentaciones de Ave Acústica comenzaban con el conteo regresivo que precede al lanzamiento a un cohete, anticipando un verdadero vuelo musical. Tras el lanzamiento del cohete, un ruido se apoderaba de la sala. Es un platillo grabado a otra velocidad y luego procesado con un efecto de reverberación. Miguel recogía sonidos ambientales que procesaba con efectos o creaba los suyos propios, influido por sus lecturas sobre la música concreta, y los lanzaba en vivo desde una grabadora de cinta abierta. Un rudimentario y creativo método de “sampleo”.

Las presentaciones eran acompañadas por proyecciones con imágenes de paisajes peruanos como el Bosque de Piedras de Huayllay, en un intento de generar una experiencia audiovisual. 

El grupo estaba conformado por Gaby Cavagnaro, Carlos Espinoza, Alfonso Díaz, Jaime Urco y Roberto Núñez, además de Richie Zellon, fundador de El Ayllu, quien tocaba el chelo. Por cierto, ellos renegaban de la música latinoamericana, pues les parecía que imitar a los grupos argentinos o chilenos era tan alienante como copiar al rock estadounidense o británico. Uno de sus espectáculos más ambiciosos se denominó “Manasonojoyospa Muspaynin” o “Sueños de una Locura”, presentado en el Teatro La Cabaña en diciembre de 1975.


Parte del repertorio de Ave Acústica era en quechua, gracias a la ayuda del abuelo Miguel que traducía sus letras. Incluso realizaron un cover de la banda británica Curved Air en ese idioma. La experiencia duró dos años, suficiente para generar todo tipo de reacciones. Para algunos, Ave Acústica malograba el folclore mientras que para otros, era un grupo innovador. Lamentablemente no alcanzaron a grabar nada en estudio y lo único que conserva Miguel Flores son registros en vivo que esperan ser reeditados en algún momento.

Gracias a la experiencia en Ave Acústica, Miguel Flores fue invitado a Japón en 1980 para un proyecto alucinante: poner en escena una versión de la opera andina Ollantay con texto en japonés. Se llevó a Manuel Miranda, Eduardo Freire y Lucho Sotomayor y dirigió al grupo de música electrónica experimental Kanze On, muy influido por los alemanes Tangerine Dream. Esta versión peruano-japonesa de Ollantay estuvo dos semanas en cartelera.

“Todo es fusión lo que pasa es que en los 70s se hizo consciente el proceso de estar mezclando. Antes eso no era un elemento que entrara a determinar si tu música era buena o mala”, explica Miguel Flores, quien realizó innumerables proyectos musicales hasta la actualidad.