sábado, 20 de julio de 2013

Cómo resulté siendo Bajista


Por Juan Carlos Barreda

El reciente reencuentro con Jaime Alvarez Calderón, gran amigo y guitarrista con quien compartimos jornadas de rock con  Los Star´s y después con Los Vip’s, durante los primeros años de los sesenta, me ha traído a la memoria el cómo y el por qué me hice bajista de rock.

Corrían los días de Junio  de 1962 y mi madre ya me había regalado mi primera guitarra eléctrica y amplificador, creo que para  hacer más llevadera mi condición de interno en el Colegio Militar, casi recién iniciada. Se trataba de una guitarra Hohner de color rojo y un amplificador Eko de 9 o 12 Watts. Me había costado algún trabajo convencerla de que me gustaba más la guitarra que el acordeón que ella me proponía para iniciarme en la música, y por esos días me entretenía arrancando los primeros sonidos a mi novísimo instrumento.

Ya durante los primeros días de cadete en el Leoncio Prado, en ese año de 1962, había iniciado mi aprendizaje de la guitarra en el Club de Cuerdas, que era dirigido por un distinguido músico criollo, don Alcides Carreño, quien naturalmente nos inducía a incursionar en el género que él practicaba, aún cuando era abierto a las nuevas expresiones musicales que asomaban por entonces como el rock y la nueva ola, que a mi particularmente me llamaban más la atención. La casualidad, me había juntado en la 8va. Sección del Tercer Año, con dos amigos con los que compartíamos esa naciente afición musical que nos llevó a conformar un Trío de tres voces y dos guitarras, que arrancaba las más fuertes ovaciones en las presentaciones de los fines de semana y actuaciones oficiales del Colegio. Éramos el Trío Dinámico y tocábamos los temas de la nueva ola que en esos días sonaban en la radio y estaban de moda. Nosotros mismos éramos los artistas de moda del Colegio, o por lo menos, así  nos hacían sentir generosamente nuestros compañeros de la XIX Promoción.

Recuerdo que desde los primeros meses de mi primer año en el Leoncio Prado, cursando el Tercero de Secundaria,  ya se me identificaba como uno de los músicos de la Promoción; fue así que  el Chato Pardo, un compañero con quien curiosamente hasta entonces no había compartido mayores afinidades, se me acercó un día para decirme que en Miraflores había conocido a un amigo que tocaba la guitarra eléctrica muy bien y que estaba buscando un guitarrista para tocar rock y en vías de armar un conjunto y que si a mi me interesaba me podía hacer el contacto. Era lo que esperaba, conocer a otros muchachos como yo y hacer rock con guitarras eléctricas. Inmediatamente le pedí el teléfono del amigo, quien resultó ser Jaime Alvarez Calderón. En el Colegio Militar, éramos más de mil alumnos y yo, hasta donde me alcanza la memoria, era el único que tocaba la guitarra eléctrica. En mi barrio de la cuadra 20 de la Av. Salaverry, no conocía a nadie interesado en hacer rock con guitarras eléctricas.



Ese sábado que debe haber sido por el mes de Junio, y  que me tocó salir del internado, parecía más largo que otros días, desde el paradero en San Miguel donde nos dejaba el ómnibus del Colegio llamé a Jaime, de quien sólo tenía su número telefónico y le expliqué que tocaba la guitarra eléctrica y mi intención de tocar rock y conformar un grupo. El fue muy atento y me invitó a su casa para “probarme”, me dijo. La cita fue esa misma tarde, con guitarra y amplificador, quedamos en la hora, tomé la dirección y le pedí a mi padre que me llevara en su camioneta, cargando con todo mi equipo y entusiasmo. El sótano de música de la casa de Jaime era impresionante y ahí había una  batería con sus platillos relucientes. Mi compañero del Leoncio Prado, se me había adelantado y se encontraba con un amigo, quien estaba con su guitarra eléctrica. Jaime mismo, el dueño de casa, también estaba con su guitarra, que era una Hohner electroacústica y su amplificador Meazzi, equivalente al mío. Era el acercamiento más cercano a un grupo de rock que había tenido hasta entonces. Las presentaciones fueron muy rápidas y pasamos a demostrar lo que sabía con la guitarra, que no era mucho, pero lo hacía con gran entusiasmo. Recuerdo que toqué y canté algunos temas de rock en español que Jaime también tocaba. Casi inmediatamente  habíamos logrado establecer esa comunicación mágica que tiene la música y rápidamente ya nos encontramos hablando el mismo idioma. Todo iba saliendo bien y ya me comenzaba a sentir a gusto, cuando dejamos de tocar para pasar a intercambiar información personal, como cuántos años tienes y en qué colegio estás y qué días puedes ensayar, dónde vives, etc. cuando Jaime me presenta con el baterista y el saxofonista, recién llegados a la reunión, que eran dos amigos de su Clase del Champagnat y algo confundido me dice que ya había conseguido al guitarrista que estaba buscando, que era el otro chico que había llegado antes que yo y que era un amigo de su  barrio de Miraflores. Este era Carlos Bartra, el amigo de mi compañero del Leoncio Prado, quien había permanecido en silencio y observándome mientras yo trataba de impresionarlos con mis rudimentarias habilidades con la guitarra. Con mi dignidad intacta, y el sentimiento íntimo de haber impactado favorablemente, ya estaba guardando mis cosas  algo apenado por la situación, cuando Jaime me pregunta si sabía tocar el Bajo, pues era lo único que todavía les estaba faltando. Inmediatamente le dije que sí, por supuesto, y fue así que fui rápidamente acogido por el grupo como bajista. Eran Los Star’s, y la verdad era que nunca antes me había interesado el Bajo como instrumento, nunca había tocado uno de verdad hasta esa fecha y ni siquiera tenía mucha idea de cómo se tocaba, pero ya estaba aceptado y conformando mi primera banda de rock como bajista. Mis primeros ensayos y tocadas con mi nueva banda fueron con mi guitarra Hohner, haciendo las veces de Bajo, utilizando sólo las cuatro cuerdas graves. No pasaron muchos días para convencer a mi madre de que me comprara mi primer Bajo que fue también un  Hohner de color rojo. A la distancia, cobra más valor el apoyo que mi madre siempre nos dio a mi hermano y a mí en nuestras aficiones musicales, aún en contra de de las opiniones de nuestro entorno familiar. Todos éramos aún colegiales y sujetos a propinas, con lo que la adquisición de los instrumentos era por cuenta de los padres y algunos, como hasta ahora sucede, no veían con buenos ojos estos acercamientos a la música. Mi madre nos compraba los instrumentos al crédito en la casa Anders de Miraflores y tenía que “minimizar” y disfrazar los precios, pues estas inversiones no eran muy convenientes para la economía familiar y no le causaban mucha gracia a mi padre.

Cuando a poco de los primeros días de Los Star’s, Carlos Bartra se retiró del grupo y dejó la vacante de guitarrista, tuve la opción de ocupar la plaza, pero ya había sido ganado por el Bajo e ingresado a ese reducidísimo segmento de bajistas de rock sesentero, una especie de “rara avis” muy apreciada en esos días. De ahí en adelante, mi perfomance en el rock con la distinta gente que he tocado y mi participación en las bandas que he conformado como Los Vip’s, Los Shain’s, Los Pepper Smelter y los Pepper sería siempre como bajista.


El Bajo fue una pasión de juventud que contribuyó muchísimo en la conformación de mi imagen y personalidad. Sus secretos me propusieron muchos retos que, por supuesto nunca terminaré de  descifrar y el poco conocimiento obtenido después de tantas jornadas y práctica afianzó, en su momento, el reconocimiento de mis propias capacidades y por cierto, también de mis limitaciones. Mi relación con la música, el sentimiento de pertenencia  y la aceptación que he recibido en las bandas de rock en las que he participado contribuyeron muchísimo a consolidar mi  autoestima personal. Ahora, después de todo lo vivido, el Bajo me sigue apasionando y seguir descubriéndolo resulta tan motivador como en esos días de Junio de 1962 en los que iniciamos aquel largo romance que en estos últimos años hemos  renovado, con los mismos bríos que despiertan las pasiones juveniles y la esperanza de seguir disfrutando las satisfacciones que casi siempre he encontrado en sus cuatro cuerdas y en la música  en general.

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